miércoles, 30 de mayo de 2012

El alacrán



Alacrán era un animal muy desagradecido, pues le había tocado vivir en el suburbio de una gran ciudad. Allí apenas tenía animalitos que llevarse a la boca, salvo las consabidas hormigas, insectos, lombrices, procesionarias y otros ejemplares de la fauna urbana.

Se pasaba el día trepando por las paredes de las casas en busca de comida. No tenía más remedio, a pesar del vértigo que sentía.

"¡Qué triste la vida mía! ¿Por qué no habré nacido en los pedregales que se asoman a los ríos o que se dejan caer por las faldas de las montañas? Allí tendría comida en abundancia y no correría el riesgo de ser aplastado por algunos de estos gigantes a los que llaman hombres que por aquí tanto abundan" - se quejaba para sí Alacrán, a cada momento.

Un día, sin embargo, la suerte cambió para él. Sin saber cómo, fue a parar dentro de una mochila llena de comida y objetos muy raros. Durante horas, sintió que todo se movía a su alrededor, hasta que, de pronto, se hizo el silencio y la mochila en la que viajaba, dejó de vibrar. ¿Dónde estaría? Mejor averiguarlo.

El alacrán asomó su diminuta cabeza por el borde de la mochila y descubrió, asombrado, uno de esos pedregales con los que siempre había soñado. Sin dudar un momento, se precipitó a tierra por las "paredes" de la mochila y, ya sobre terreno firme, se lanzó a una desenfrenada carrera, hasta lograr alcanzar las piedras más cercanas. ¡Por fin se habían hecho realidad sus fantasías!

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