viernes, 11 de mayo de 2012

La jirafa



Doña Jirafa fue elegida, con todo merecimiento, presidenta del Club de amas de casa del pueblecito de Animalandia. Era famosa por su magnífico estilo al hablar y por sus grandes dotes de organización. Todas las damas que formaban el club estaban seguras de que el futuro sería muy prometedor para todas ellas.

En efecto, con Doña Jirafa en funciones, las cosas marchaban a pedir de boca. Sin embargo, había un problema. Dada la longitud del cuello de Doña Jirafa, todas las asistentes a conferencias y reuniones del club, se pasaban horas enteras mirando hacia arriba. 

Ésto les causaba una tremenda tortícolis y, cuando llegaban a casa, lo único que podían hacer era tumbarse en la cama con el cuello bien colocado y pasarse dos o tres días en esa posición para que la tortícolis desapareciese. ¡Esto en cada reunión del club!

Naturalmente, había que tomar medidas urgentes. Por unanimidad, se decidió contruir una tribuna en el salón de actos del club, que ascendía a partir de las primeras filas, de modo que los últimos estaban a buena altura. Nadie, pues, tenía que alzar la mirada para observar a Doña Jirafa, por hallarse ésta más baja que sus amigas. El ingenio, chicos, no tiene precio.

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